Un mensaje de Dios para ti que estás arrepentida de tu pecado
Estuve alrededor de 8 años apartada del Señor. En varias ocasiones quise regresar, pero no sabía como. Me sentía tan sucia, tan miserable, con qué cara le podía pedir que me perdonara. Estaba cansada. La vida en el mundo, lejos del Señor me había maltratado y ya yo no podía más. Quería tanto regresar con el Señor, pero cada vez que pensaba en hacerlo se me venían a la mente todos mis pecados, todas las veces que le dije, “no quiero saber nada de Ti, dejame en paz. ¿Cómo pude hacer y decir semejante cosa?" Esa batalla interna duro meses. Hasta que un día no pude más. El Señor ganó, Él tomó mi vergüenza, mi culpa, mi pecado y me envolvió en su amor y su perdón. No pude resistirlo. Me lancé a sus brazos y le dije: ¡Tomame aquí estoy! Me di cuenta de que el amor inagotable del Señor es demasiado grande, más grande que toda mi rebeldía y mis pecados. Y me di cuenta de otra cosa, de algo que ha cambiado mi vida por completo.
Crecí en un hogar cristiano, y nací de nuevo alrededor de los 7 años. Por muchos años mi corazón pensaba que, entre el Señor y yo, yo era la única interesada en nuestra relación. Es algo un poco difícil de explicar. Yo sabía, o pensaba que sabía, que Dios me amaba, Él lo había demostrado – Cristo murió en la cruz por amor a mí. Pero me doy cuenta de que esa verdad estaba en mi mente, pero era algo borrosa. No estaba clara y afirmada en mi corazón. Entonces yo pensaba que tenia que suplicarle al Señor que por favor no me dejara, que por favor se acercara a mí, que por favor quisiera estar conmigo. Pensaba que Él hacia un esfuerzo por estar conmigo porque en realidad no quería. Y es que ¿cómo Él va a querer estar conmigo? Soy una mentirosa, una pecadora que constantemente le estoy fallando.
Cuando regresé con el Señor me di cuenta de que Él me ama y me quiere con Él, cerca de Él, en una relación extremadamente intima con Él. Y que no soporta para nada cuando estoy lejos de Él, que su corazón no es feliz cuando no me tiene cerca (Oseas 11:8). Ahora me doy cuenta de todo el tiempo que perdí pensando en como regresar, todo el tiempo que me mantuve alejada de Él por vergüenza cuando Él lo más que quería era perdonarme y aceptarme. Yo pensaba que yo era la única que estaba sufriendo, pero el Señor también estaba sufriendo. Yo quería que Él me perdonara, y Él me quería perdonar. Yo quería regresar y Él quería que yo regresara. Pero yo no me daba cuenta. El enemigo bombardeaba mi mente con sentimientos de culpa, me decía: "cómo vas a regresar después de todo lo que hiciste". No me daba cuenta de que el Espíritu Santo estaba haciendo su obra maravillosa en mí y me había convencido de pecado (Juan 16:8). No me daba cuenta de que mi anhelo de regresar con el Señor no era algo que venia de mí misma, ¡no! Era algo que venia de Dios, era un anhelo que el Espiritu Santo habia puesto en mí. Era obra de Él. Él queria que yo regresara, y el enemigo no me dejaba darme cuenta de eso.
Cuando estamos lejos el Señor anhela que regresemos. Siempre. No es porque a Él no le importa nuestro pecado. Él nunca excusará o ignorará nuestros pecados. Nunca. Pero sí quiere perdonar nuestros pecados. Quiere y puede. Mientras guardamos silencio, Él sufre y nosotras sufrimos. Y el enemigo feliz y contento. Pero cuando confesamos nuestros pecados la separación que había antes desaparece, y la sangre de Cristo nos acerca a Él (1 Jn. 1:9). Y al fin el Señor tiene lo que tanto anhelaba y nosotras también.
No permitas que las mentiras del enemigo te mantengan alejada de Dios. Si has pecado, confianza tus pecados al Señor. No importa lo que hayas hecho, Él te va a perdonar, Él te quiere perdonar. Él no te quiere lejos, Él quiere que vuelvas. Su Palabra esta llena de pasajes que lo comprueban.
Oh Israel, mi pueblo infiel, regresa otra vez a Mí, porque yo soy misericordioso. No estaré enojado contigo para siempre. Solo reconoce tu culpa; admite que te has rebelado contra el Señor tu Dios. Jeremías 3:12-13
Esperaba con anhelo que me llamaran Padre y quise que nunca se alejaran de Mí. Jeremías 3:19
Vuelvan a Mí, hijos descarriados – dice el Señor – y les sanare el corazón extraviado. Jeremías 3:22
¡Oh, Israel! – dice el Señor – si quisieras, podrías volver a Mí. Podrías desechar tus ídolos detestables y no alejarte nunca más. Jeremías 4:1
…Han desobedecido. Ahora, vuelvan a Mí y yo volveré a ustedes, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales. Malaquías 3:7
Vengan ahora. Vamos a resolver este asunto – dice el Señor-. Aunque sus pecados sean como la escarlata, Yo los hare tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como el carmesí, Yo los hare tan blancos como la lana. Isaías 1:18
¿Quién como Tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Miqueas 7:18 RV
Regresa, oh Israel, al Señor tu Dios, porque tus pecados te hicieron caer. Oseas 14:1
¿Cómo podría abandonarte? ¿Cómo podría dejarte ir? Mi corazón esta desgarrado dentro de Mí y mi compasión se desborda. Oseas 11:8
Arrepiéntanse de sus pecados y vuelvan a Dios, porque el reino del cielo está cerca. Mateo 3:2
Si te sientes cochina, sucia, miserable por el pecado, ven a Cristo. Solo Dios puede y quiere limpiarte por medio de la sangre de Cristo. “Por más jabón o lejía que te pongas no puedes limpiarte” (Jer. 2:22). No hay nada que tú puedas hacer por tu propia cuenta para limpiarte, para quitarte la vergüenza del pecado. Solo Cristo puede, pero tienes que acercarte a Él y reconocer tu pecado. Desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo el mensaje es el mismo “Vuelve a Mí, dice el Señor.” Ya no escuches las mentiras del enemigo que te mantienen lejos de Dios, esas que te dicen que estás muy sucia, que te has ido muy lejos, que Dios ya no puede perdonarte.
Te animo a que leas Isaías, Jeremías, y Oseas. El pueblo de Dios estaba en rebeldía y cometió pecados horribles, y aun así Dios constantemente los invita, los llama, hasta manda a los profetas a gritar, que por favor regresen. El Señor nunca ignoró sus pecados, pero los exhortó al arrepentimiento y a que regresaran.
Por último, te dejo con esta oración:
Regresa, oh Israel, al Señor tu Dios, porque tus pecados te hicieron caer. Presenta tus confesiones y vuélvete al Señor. Dile: “Perdona todos nuestros pecados y recíbenos con bondad para que podamos ofrecerte nuestras alabanzas. Asiria no puede salvarnos, ni nuestros caballos de guerra (quiere decir reconozco que te necesito). Nunca mas diremos a ídolos que hemos hecho: ‘ustedes son nuestros dioses’. No, solamente en Ti los huérfanos encuentran misericordia”. El Señor dice: “entonces yo los sanare de su falta de fe, mi amor no tendrá limites, porque mi enojo habrá desaparecido para siempre. Oseas 14:1-4